Se que dije que no escribiría mas aquí, pero tengo que hacerlo, Fang, al igual que Mozart en su momento se lo merece, no es mucho, pero es el homenaje que le quiero rendir.
Hace catorce años trabajaba con un veterinario, era una consulta más bien modesta, casi un servicio social, ya que trabajábamos afuera de un centro de salud; con apenas un par de mesas y un "thermo". Recibiamos principalmente perros y gatos para vacunas contra la rabia y algunas esterilizaciones; en ocasiones el doctor daba algunas consultas de enfermedades no graves. Era un servicio que me encantaba, atender gente de escasos recursos, hacer algunos amigos y trabajar con perros, muchos perros cuando había campaña de vacunación antirrábica.
Un día, por la mañana, mientras esperábamos a que algún paciente llegara, vi bajar de un coche a un señor con una preciosa bola de pelo en tonos del blanco al negro, con cara de "maloso" y unos hermosos ojos azules (que terminaron siendo uno café y uno mitad azul). Toda una masa de ternura disfrazada de cachorro de malamute que de inmediato se ganó mi corazón. Aun recuerdo mis palabras: "Yo quiero a ese perro".
Bromeando, el doctor se lo dijo al dueño, quien respondió:
-¡Uy doctor! Ya está regalado-
Agregando con tono desanimado:
-Solo que la persona no lo quiera....-
Recuerdo haber contestado con alguna broma, a final de cuentas ¿que diablos iba a hacer con un cachorro de malamute si a duras penas el poodle de casa tenía espacio para jugar?
Algo así como tres semanas despues se repetía la escena, con un pequeño cambio. Veo orillarse el auto del señor, lo veo descender de él con el cachorro en brazos y mientras se acerca me dice:
-Doctor, aquí está su perro-
Con dos años de edad |
Elegí el nombre, ese mismo día, antes de llegar a casa, solo podía llamarse de una forma, un perro que parece lobo y que tiene pinta de malo solo puede llamarse como el protagonista de uno de mis libros favoritos, un "maloso" de gran corazón: Fang, de "White Fang" o "Colmillo Blanco"; como era de esperarse, mi madre puso el grito en el cielo, un malamute en un departamento miniatura no era buena idea, yo lo sabía, pero no iba a renunciar a él.
Así me recibía. |
Fueron su nobleza y fidelidad, quienes le abrieron las puertas de la casa y del corazón de los de la familia. Empezó haciendo rondas nocturnas por las recamaras, asomándose por sobre las camas para asegurarse que dormíamos y regresar a su cama, luego empezó a quedarse a los pies de mi madre cada noche, cuando ya todos estábamos en cama y ella rezaba en el comedor; levantándose hasta que ella lo hacía; y así, detalle a detalle supo conquistarla, como solo uno de su especie puede conquistar el corazón de una persona.
La serenidad de la madurez |
Tengo mucho que agradecerle a la vida, no puedo quejarme, he vivido y lo he hecho bien, pero si por algo puedo decir gracias, es por haber compartido 14 años con Fang, mi hijo, mi hermano, mi viejo.
Siempre juguetón |