Hace poco vía @sallesino: leí una frase con la que me identifiqué mucho:
"La verdad os hará libres". En ningún momento dice que felices.
Me recordó el tema principal de muchas pláticas que sostuve con varios amigos, sobre nuestro transito por el mundo, donde nos preguntábamos si no sería mejor ser como e común de las personas que viven para el futbol, la tv y las fiestas de fin de semana, sin estarnos preocupando de lo que le pasa al mundo, lo jodida que está la economía del país o el desmadre total que es nuestro sistema educativo, con frecuencia terminábamos mas bien deprimidos, ya que nuestra conclusión siempre era la misma, el conocimiento no trae la felicidad, aunque ayuda a poner nuestro grano de arena para construir un mundo más decente para todos.
Lo cual me lleva a uno de mis mas extraños momentos a lo largo de mi vida: durante un par de años entre 6° de primaria y 3° de secundaria, y tras haberme chutado el “Cosmos” de Carl Sagan condimentado con algunos libros más, muchas noticias y un par de películas, tenia el sueño recurrente de ser testigo de la explosión de un misil nuclear, de la que por supuesto no sobrevivía; con frecuencia despertaba de tal sueño muy agitado y sudando terriblemente espantado. Supongo sabía demasiado del invierno nuclear, y las escasas posibilidades que tenemos de sobrevivir en caso de que a los poderosos les de por aventar unos cuantos misiles.
Y meditando sobre esto, llego a la conclusión de que ciertamente el conocimiento nos hace libres, nos da herramientas para elegir, nos abre puertas y caminos llenos de posibilidades, pero también nos muestra el mundo tal cual es, con toda su crudeza, un mundo donde el bien y el mal son relativos, conviviendo logros maravillosos del saber humano, con los actos malvados mas inverosímiles. A veces sin duda preferiría ser uno más, no pensar en todas esas cosas y simplemente disfrutar de la vida siendo (como solíamos decir) “súper bonito, súper feliz y superficial”; sin embargo este es un camino que no da marcha atrás, una vez que se superan las supersticiones, que se desechan creencias fantasiosas como el horóscopo y los golpes del destino, es difícil creer en algo o consolarse con la imagen de un hombre crucificado y torturado; el mundo puede ser muy obscuro a veces.
Y justamente es cuando surge lo que creo es la mejor forma en que podemos expresar todo eso que nos mueve, que nos llena de dudas, de ansiedad, de temor, que al igual que las cosas lindas está ahí, conviviendo en equilibrio y nos impulsa a compartir todo lo que nuestros sentidos perciben afectando nuestro pensamiento y emoción: el arte. Y ciertamente la palabra es tan basta en su significado que abarca desde la mera habilidad de hacer alguna labor con destreza, hasta la representación de conceptos profundos plagados de significados. Y es aquí que en mi experiencia todo el ámbito de lo humano se une, experiencias, filosofías, sentimientos, para dar obras maestras que si bien pueden no ser lindas nos regalan la catarsis al vernos reflejados en toda nuestra gloria y miseria.
Cuando el conocimiento nos hace infelices, el arte nos rescata. Así en una edad en que la mayoría pensaba solo en chicas, moda y fiesta, yo era impactado por una de las películas más deprimentes que he visto jamás, una película que al igual que la obra de Sagan me marcó de por vida, mostrándome que también existe un mundo donde simplemente a veces mantener la esperanza es muy difícil.
Gracias a CGnauta blog he recordado Cartas de un Hombre muerto, una película que aborda el invierno nuclear, narrada en un ambiente denso, gris, y sin esperanza, una gran película que definitivamente recomiendo ver, si acaso pueden conseguirla. No es linda, pero así es el arte cuando refleja lo peor de la humanidad.
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