La frase

Indignados por el no futuro, la opresión y la censura. Por los abusos y robos a plena luz del día de sus democracias corruptas, y sus leyes medievales.

13 de noviembre de 2014

Gracias Fanguito.

Se que dije que no escribiría mas aquí, pero tengo que hacerlo, Fang, al igual que Mozart en su momento se lo merece, no es mucho, pero es el homenaje que le quiero rendir.

Hace catorce años trabajaba con un veterinario, era una consulta más bien modesta, casi un servicio social, ya que trabajábamos afuera de un centro de salud; con apenas un par de mesas y un "thermo". Recibiamos principalmente perros y gatos para vacunas contra la rabia y algunas esterilizaciones; en ocasiones el doctor daba algunas consultas de enfermedades no graves. Era un servicio que me encantaba, atender gente de escasos recursos, hacer algunos amigos y trabajar con perros, muchos perros cuando había campaña de vacunación antirrábica.

Un día, por la mañana, mientras esperábamos a que algún paciente llegara, vi bajar de un coche a un señor con una preciosa bola de pelo en tonos del blanco al negro, con cara de "maloso" y unos hermosos ojos azules (que terminaron siendo uno café y uno mitad azul). Toda una masa de ternura disfrazada de cachorro de malamute que de inmediato se ganó mi corazón. Aun recuerdo mis palabras: "Yo quiero a ese perro".

Bromeando, el doctor se lo dijo al dueño, quien respondió:

-¡Uy doctor! Ya está regalado- 

Agregando con tono desanimado:

-Solo que la persona no lo quiera....-

Recuerdo haber contestado con alguna broma, a final de cuentas ¿que diablos iba a hacer con un cachorro de malamute si a duras penas el poodle de casa tenía espacio para jugar?

Algo así como tres semanas despues se repetía la escena, con un pequeño cambio. Veo orillarse el auto del señor, lo veo descender de él con el cachorro en brazos y mientras se acerca me dice:

-Doctor, aquí está su perro-

Con dos años de edad
Acto seguido, me lo pone en brazos y se da media vuelta. Impactado, emocionado, pensando a mil por hora que diría en casa, el problema que se venía con mi madre, y sin saber que pasaría, tenia clara solo una cosa, me quedaría con él. No sabía la historia que se nos venía encima.


Elegí el nombre, ese mismo día, antes de llegar a casa, solo podía llamarse de una forma, un perro que parece lobo y que tiene pinta de malo solo puede llamarse como el protagonista de uno de mis libros favoritos, un "maloso" de gran corazón: Fang, de "White Fang" o "Colmillo Blanco"; como era de esperarse, mi madre puso el grito en el cielo, un malamute en un departamento miniatura no era buena idea, yo lo sabía, pero no iba a renunciar a él.

Así me recibía.
Aun recuerdo el estrés de pasar un día más con Fang en casa, esperando el constante "¿Y cuando le vas a conseguir casa?" (nunca lo intenté por supuesto), las formas en que evadía el tema, lo que tenía que ingeniar para que pasara desapercibido, para que se portara bien; no sabía, ingenuo de mi, que no iba a ser yo, sino él, quien se ganara su lugar en la familia.

Fueron su nobleza y fidelidad, quienes le abrieron las puertas de la casa y del corazón de los de la familia. Empezó haciendo rondas nocturnas por las recamaras, asomándose por sobre las camas para asegurarse que dormíamos y regresar a su cama, luego empezó a quedarse a los pies de mi madre cada noche, cuando ya todos estábamos en cama y ella rezaba en el comedor; levantándose hasta que ella lo hacía; y así, detalle a detalle supo conquistarla, como solo uno de su especie puede conquistar el corazón de una persona.

La serenidad de la madurez
Mi propia historia con Fang no pudo ser mejor, el gigante que prometía ser se quedó en malamute enano, nunca alcanzó su talla normal (supongo por alguna alteración hormonal), y eso ayudó en mucho a crear el camino que recorrimos juntos. No se cuantas veces me salí con él dentro de una mochila de excursión para ir a caminar al bosque; eso sí, recuerdo claramente como lo disfrutaba, como se adelantaba unas decenas de metros y volteaba para asegurarse que iba tras de él, como gustaba de correr por el pasto, de tumbarse junto a mi cuando acampábamos. Recuerdo nuestra caminatas por la ciudad, como llamaba la atención por su particular belleza. Recuerdo sus demostraciones de afecto, como correteaba, trataba de brincar y ladraba cuando yo llegaba a casa; muchas de estas cosas aun las hacia, a pesar de sus años y su visión disminuida. Recuerdo las largas sesiones de cepillado en tiempos de muda, llenado bolsas y bolsas de pelo, él tumbado en el suelo disfrutando ser acicalado, yo relajado y feliz por el mero hecho de estar a su lado. Recuerdo como se transformaba cuando lo rasurábamos por completo para evitar tener la ropa llena de pelo. Recuerdo su glotonería, su gusto al recibir un "premio" venido de la mesa donde comíamos todos. Recuerdo sus "bailes", cuando se paraba en dos patas, tratando de recibir cariño. Recuerdo como, cuando mamá le decía "Fang, háblale a Diego, ve por tu hermano", inmediatamente subía las escaleras e iba donde estaba Diego, o mi padre, o yo, sabía bien con quien ir, chico listo.  Recuerdo la tranquilidad de su carácter en los últimos años, esa que llega con la edad, haciendo de él un viejo tierno, con todo y sus refunfuños.  Recuerdo muchas cosas, pero sobre todo su rostro noble y su cariño siempre presente.

Tengo mucho que agradecerle a la vida, no puedo quejarme, he vivido y lo he hecho bien, pero si por algo puedo decir gracias, es por haber compartido 14 años con Fang, mi hijo, mi hermano, mi viejo.

Siempre juguetón
Gracias por todo compañero, gracias por tu fidelidad, por tu alegría, por tu nobleza, esa que hizo que aceptaras a mi hija, aun cuando nunca te gustaron los niños. Gracias por tus bienvenidas tan dulces, nunca voy a olvidar como aparecías en lo alto de la escalera cuando me escuchabas llegar; como ladrabas y me cerrabas el paso cuando sabías que me iba. Gracias porque nos permitiste como familia amarte tanto. Gracias Fang, porque tuviste una buena y larga vida siendo siempre nuestro, lleno de amor. Gracias viejo, porque incluso hoy, tu último día vivo, me recibiste moviendo la cola, animado; porque a pesar de estar malito trataste de jugar conmigo, porque cuando tuve que sujetarte confiaste en mi y te relajaste. Gracias porque aunque el final de este viaje no era el que yo deseaba, pude caminar una vez más a tu lado, y contemplar tu belleza y sentir la calidez de tu corazón. Gracias viejo, gracias por todo, tu vida valió la pena y se que te fuiste como se debe, en calma y sin dolor. Gracias por permitirme abrazarte una última vez. Te quiero viejo, te quedas en mi memoria por siempre.


Con el pelo corto



Esperando un premio

Con Mozart

Despertando

Experimentando con cortes de pelo

Siempre su rostro noble



Acalorado



Goloso
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