La frase

Indignados por el no futuro, la opresión y la censura. Por los abusos y robos a plena luz del día de sus democracias corruptas, y sus leyes medievales.

11 de marzo de 2008

Odio a los bancos

Recientemente, gracias a la empresa donde trabajo por las tardes me vi obligado a aceptar una cuenta en un banco, durante mas de 30 años me había salvado de tener que requerir los servicios (¿?) de tales lugares, cuyos propietarios imagino como al señor Montgomery Burns, poco menos que monstruos inhumanos deleitándose con el sufrimiento de la gente; aquí el ejemplo de una de mis muchas razones para detestar los bancos:

Dinero
Enrique Galván Ochoa

Si le debes 300 pesos a un banco no te soltará el pescuezo hasta que le pagues: seguirán corriendo los intereses, te reportará al Buró de Crédito, lanzará contra ti a sus persistentes abogados y finalmente te quitará tu carro o tu departamento, ya no por los 300 pesos originales, sino por una deuda mayor que incluya los intereses. En cambio, si tienes un depósito de 300 pesos y no lo retiras, el banco considerará que ese dinero ya pasó a ser suyo; si te quejas en Condusef sólo te harán perder el tiempo y si los demandas te tacharán de “inmoral” y “abusivo”. Hay un número importante de demandas de clientes con cuentas antiguas que les representaría el desembolso de centenares de millones de pesos. Un caso célebre fue el de una señora de Michoacán, Celia Reyes, que le reclamó al extinto Banco del Atlántico –luego vinieron fusiones y alianzas con Bital, Santander y HSBC– la devolución de 450 mil millones de pesos. La señora Reyes ganó varias etapas de un juicio desgastante pero intervino en su contra –¿cómo iba a faltar?– el entonces senador panista Matapapas Fernández de Cevallos y aquello se deshizo. Hay noticias, aunque posiblemente son más buenas para los bancos que para sus clientes. La Suprema Corte de Justicia decidió atraer el asunto con motivo del litigio promovido contra BBVA Bancomer por la señora Liliana Villaseñor de Luna, a raíz de un depósito de 500 pesos que al correr el tiempo se ha convertido en una montaña de dinero y el banco hispano no quiere pagar.

La nota en La Jornada

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